jueves, 20 de septiembre de 2012

El parloteo en los medios de comunicación

Cualquier consulta que hagamos sobre lo que se entiende por “noticia”, nos dirá que es el relato de un texto informativo, que se refiere a un hecho novedoso o no muy común. De sus muchas características, una de ellas es la de ser veraz, es decir, los hechos o sucesos deben ser verdaderos y, por lo tanto, verificables; también debe ser objetiva, clara, oportuna, etc. En los medios de comunicación masiva o mass media, la noticia es un género periodístico donde los grandes medios de comunicación, como por ejemplo, “Clarín” en Argentina o “Prisa” en España, están subordinados a poderosos grupos de empresarios, de tal manera que la noticia se da, no con objetividad, sino para la consecución de objeticos económicos, políticos o sociales y que, por lo tanto, trasciende la comunicación objetiva.
Por otra parte existen noticias que son dadas en medios de gran audiencia, como la TV, por personas que sin formación adecuada para la noticia que están dando, son capaces de decir cualquier cosa con tal de cubrir el tiempo de un espacio, que obviamente da beneficios a la emisora. Así, si uno pone la televisión en cualquiera de los muchos espacios tertulianos observará intervinientes que, al igual que otras veces ha hablado de la vida de los famosos o de cualquier otra futilidad, ahora son capaces de hacerlo de la prima de riesgo, de macroeconomía, del capital circulante o, por qué no, de la economía mundial, y encima dar consejos con la mayor desvergüenza. Cientos de voces se alzan en decenas de programas dando consejo de cómo hacer las cosas en la economía, en la política o en lo social de España, y uno se pregunta ¿Por qué tanto parloteo en los medios de comunicación? ¿a quien puede favorecer tal anarquía de opiniones sin criterio alguno?. 
Asistimos a un monólogo, es decir una forma de organizar la participación ciudadana donde existe un discurso dominante (y en la mayoría de los casos sin conocimiento alguno), una élite que lo controla y, en el mejor de los casos, una ciudadanía apática y sin capacidad para transmitir opiniones propias. Todo el mundo es capaz de meter la cuchara en ese cazo de la marcha de nuestro país o de cualquier otra cuestión por elevada intelectualmente que sea. Al igual que se discute de futbol, entrenadores, estrategias deportivas o arbitrajes, se discute también de religión, política, economía, sociología o lo que sea. Nada importa y todo vale, es el relativismo de la opinión pública donde cualquiera por inútil, zafio y equivocado que esté, por el mero hecho de salir en TV se transforma (¡nada por aquí, nada por allá!) en un ciudadano digno de ser escuchado y cuyo parloteo mantiene al “gran público televisivo” con la boca abierta.
Ahora todo el mundo habla, es un monólogo continuo donde las opiniones se multiplican anárquicamente y, donde, por supuesto, nadie parece capaz de canalizarlas para alcanzar algún resultado concreto. No existe diálogo ni conclusión; se habla por hablar, y lo único que se acaba percibiendo es un rumor de frases solapadas y no identificadas que imposibilitan la discusión. No importa que el parloteo de los medios, ponga a la gente nerviosa, desconfiada, apática y que la imagen que damos, al exterior de nuestro país, sea de una falta de seguridad, de conocimientos, de confianza, de seriedad, de orden. No importa que todo valga, no importa ya que un vicepresidente del gobierno anterior, ahora da consejos al actual, sin importarle que pensemos por qué no lo hizo antes. Todo vale en este zigzagueante camino, que de no impedirlo, nos conduzca a la perdida de todo lo conseguido, que fue y sigue siendo mucho.
Se dice que falta dialogo entre los políticos, pero ¿qué tipo de dialogo?. Para mi el diálogo representaría aquella forma de participación ciudadana estructurada a partir de espacios de conflicto específicos y de la presencia de actores informados e interesados en los temas objeto de debate. El diálogo, por tanto, focalizaría la atención de los participantes en un abanico limitado de asuntos, clarificaría la posición de los actores respecto a los mismos y, a través de escuchar y rebatir, permitiría alcanzar soluciones operativas. Es evidente que ahora tenemos un exceso de monólogo (por los interés creados de sindicatos y partidos) y de parloteo (de quien no tiene el poder y quiere alcanzarlo a costa de lo que sea), y un gran déficit de diálogo. Todo el mundo quiere aprovecharse de una situación en caída libre, pero son pocos los que están reaccionando con sentido común, con aplomo, con responsabilidad, con gallardía. Los medios de comunicación de masas deberían ser mas sensatos, mas “patrióticos” si se me permite la expresión y transmitir la noticia veraz, objetiva, y que permita a la audiencia ser capaz de valorar mas a los que saben y promueven el dialogo, que la de los que no saben y conducen al monologo y al parloteo. Siempre estamos a tiempo.
José Antonio Puig Camps 27-07-2012

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